Ver el progreso que estamos haciendo en el camino de la autocompasión es una tarea difícil.
Cuando nos vamos aceptando a nosotros mismos, a nosotras mismas ya estamos cambiando. La pregunta es: ¿estamos en el camino correcto? Se trata de sentarnos en medio de nuestras emociones difíciles y dejar que pasen mientras nos ofrecemos amabilidad, especialmente en aquellos momentos en los cuales creemos que no hay salida.
El progreso consiste en ir haciendo frente a esas emociones difíciles, cada vez con más amabilidad y comprensión hasta llegar a convertirse en un nuevo estilo de vida para nosotros, para nosotras.
La mayoría de nosotros, de nosotras se inicia en la práctica de la compasión con el fin de sentirse mejor. Pero no se trata en lo que será, sino solo en lo que es. La práctica de la compasión pasa por tres fases:
1. Fase de encaprichamiento: Es una fase inicial en la que notamos grandes cambios en periodos de tiempo cortos. Pero al tratarse de un deseo por sentirse bien es muy limitado en el tiempo. Pero hemos realizado un gran trabajo inicial que nos servirá en el futuro como es, amarse a uno mismo, a una misma.
2. Fase de desilusión: Aparece cuando la práctica ya no funciona. Esto ocurre porque queremos seguir sintiéndonos mejor y la única manera de seguir sintiéndose mejor es dejar de tratar de sentirse mejor. La desilusión es una oportunidad, además de una crisis.
Se trata de aceptar nuestras emociones tal y como son, sin ánimo de modificarlas o eliminarlas, con el solo objetivo de sentirse bien. Allí es donde reside el progreso.
3. Fase de aceptación verdadera: Cuando de verdad aceptamos lo que estamos viviendo, comprendemos lo inútil que resulta resistirse a ello y comprendemos que soltar la experiencia es nuestra única alternativa inteligente.
También resulta interesante observar que no estamos solos, que no estamos solas con esta experiencia, sino que alguien en algún lugar está luchando igual que nosotros con la misma experiencia. A esto le llamamos “humanidad compartida”. Las tres fases descritas corresponden en realidad a las tres fases de cualquier buena relación a largo plazo, incluida la relación con nosotros mismos, con nosotras mismas. Nuestras intenciones son sutiles y se forman en nuestro cerebro antes incluso de que seamos conscientes de ello.
Neurológicamente hablando, la única forma que tenemos de detener lo que ya está en camino es reconocer lo antes posible lo que está pasando por nuestra mente.
Sin embargo, lo habitual es ir en «piloto automático» siguiendo los patrones propios de nuestra personalidad, predispuesta y condicionada genéticamente.
Estos patrones ocupan la mayor parte de nuestra vida, pero puede que no sea lo que realmente queremos hacer. Tenemos que saber qué cosas son las que realmente tienen sentido para nosotros, para nosotras. Solo así podremos enfrentarnos a los obstáculos que van surgiendo. Así es como tiene sentido enfrentarnos a nuestras emociones difíciles. Solo así podemos retornar al deseo de ser felices y estar libres de sufrimiento.
¿Estás en el camino correcto para emprender los cambios?
¿Has empezado ha reconocer lo que pasa por tu mente, momento a momento, o tienes activado constantemente el “piloto automático”?
Solo tú sabes cómo enfrentarte a las emociones difíciles ¿aceptas el reto?